Los obispos cubanos, Castro y la “paz” de los paredones.
Por Armando Valladares, – ex preso político cubano, autor del libro “Contra toda esperanza”, donde narra 22 años en las prisiones castristas, fue embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, durante las administraciones Reagan y Bush.
Por Armando Valladares, – ex preso político cubano, autor del libro “Contra toda esperanza”, donde narra 22 años en las prisiones castristas, fue embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, durante las administraciones Reagan y Bush.
La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, que ahora presiona las conciencias de los fieles para que recen por la salud del Lobo rojo, es la misma que jamás se atrevió a pedir públicamente oraciones por el rebaño diezmado, por los millares de presos políticos agonizantes en las cárceles, por los condenados a muerte y por los fusilados en los paredones El 4 de agosto pp.
Mientras crecía en los católicos de la isla y del destierro la esperanza de vientos de libertad para la querida Patria cubana ante el alejamiento del poder del sanguinario dictador Castro, después de casi medio siglo de persecuciones, crímenes y destrucción prácticamente total de la sociedad, y de haber aplicado su diabólica estrategia contra los católicos, enunciada en la Universidad de La Habana, de “hacer apóstatas, pero no mártires”, un balde de agua fría intentaba diluir esa esperanza.
Se trataba de un comunicado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), difundido casi simultáneamente por el Granma Internacional, órgano del Partido Comunista de Cuba (PCC) y por la Agencia Católica de Informaciones (ACI), en el cual se pedía encarecidamente “oraciones” a “todas” las comunidades católicas de la isla para que Dios “acompañe en su enfermedad al presidente Fidel Castro”, para que “ilumine a quienes han recibido provisionalmente las responsabilidades de gobierno”, y para que “no pueda ser perturbado por ninguna situación externa o interna” el “deseo de paz y de fraterna convivencia entre todos los cubanos”.
El Granma Internacional, sin esconder su complacencia, interpretó este mensaje como siendo un llamado a “orar por la recuperación del presidente Fidel Castro” y como un “alerta” para que “la estabilidad y la armonía social imperantes en Cuba” no puedan ser alteradas por hechos internos o externos.
La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, que ahora presiona las conciencias de los fieles pidiéndoles que recen por la salud del Lobo rojo, es la misma que jamás se atrevió a pedir públicamente oraciones por el rebaño diezmado, por los millares de presos políticos agonizantes en las cárceles, por los condenados a muerte y por los fusilados en los paredones.
Según testimonios fidedignos llegados desde Cuba, se nota en la población una tensión sin precedentes, y existe en las calles una especie de silencio pesado y expectante que se puede cortar con una navaja. Hay quienes digan, parafraseando a Andersen, que un grito de “¡el Lobo está desnudo!” podría desencadenar episodios similares a los de la caída del Muro de Berlín o a los del fin de la dictadura del sanguinario Ceaucescu, en Rumania.
Es en esta coyuntura que los Pastores se encargan de alertar para que “hechos internos” no vengan a alterar una “paz” artificial y fraudulenta, que en Cuba no es otra sino la “paz” sepulcral de los paredones.
Son una vez más los Pastores que, al contrario de salir al defender al rebaño, se ofrecen como escudos para proteger al Lobo.Al día siguiente del llamado de los Obispos cubanos, se hizo eco del mismo nada menos que el Cardenal Primado de las Américas y Arzobispo de Santo Domingo, monseñor Nicolás López Rodríguez, quien junto con pedir a los dominicanos que recen “por la salud” del tirano, calificó de “inhumana” la legítima esperanza de los cubanos desterrados que se volcaron a las calles de Miami, de que el deterioro físico de Castro pueda traer una pronta liberación de la isla (cf. Listín Diario Digital y La Plana Digital, República Dominicana, 4 y 5 de agosto de 2006).
Es el mismo Cardenal que en agosto de 1998, antes de llegar Castro a República Dominicana, convocó al pueblo de ese país a darle una “feliz y cálida bienvenida” (cf. A. Valladares, “Castro en República Dominicana: el Pastor abre sus brazos al Lobo…”, Diario Las Américas, Miami, 20 de agosto de 1998).
Después de haber sobrevivido por más de dos décadas como preso político en las cárceles castristas; de haber fortalecido mi fe católica al oír los gritos de jóvenes mártires que murieron en el paredón gritando “¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!”; de haber resistido, junto con mis compañeros de infortunio, a presiones eclesiásticas para acceder a una “reeducación” ideológica y para vestir el uniforme de preso común; así como de haber podido casi milagrosamente salir con vida de la isla-cárcel, “esperando contra toda esperanza”, según el consejo del Apóstol San Pablo, me he visto en la dolorosa obligación de conciencia de escribir numerosos artículos denunciando la colaboración eclesiástica con el comunismo cubano.
El reciente comunicado episcopal que acabo de comentar, muestra la lamentable determinación de los Obispos católicos de Cuba de continuar con esa colaboración comuno-católica, aún en el caso de que el alejamiento temporario del tirano Fidel Castro se torne definitivo. Para las conciencias de los Pastores, dicho colaboracionismo con el régimen comunista, que ya dura décadas, constituye un lastre espiritual sin precedentes, que no podrá pasar inadvertido ante Dios y ante la Historia.